martes, 21 de abril de 2015

Debate sobre postconflicto 1


Con el fin de que iniciemos el debate sobre el postconflicto para preparar el ensayo final de la asignatura, les anexo esta opinión de un importante periodista.  Sería interesante que me señalen artículos con opiniones contrarias, para contrastarlas con ésta, y comparar posturas.


http://blogs.eltiempo.com/silencio-escandaloso/2015/04/21/la-alucinante-estupidez-de-las-farc/

Silencio escandaloso

La alucinante estupidez de las Farc

Por Sergio Ocampo Madrid el abril 21, 2015 8:01 am

A veces cuesta trabajo no creer que las Farc tienen un pacto secreto para ayudar a Álvaro Uribe, para impulsarlo, hacerlo subir de nuevo en las encuestas, sacarle adelante candidatos presidenciales insípidos y desabridos, y hasta colaborarle para que las noticias que lo perjudican pasen a un segundo plano.
Obviamente ese pacto no existe y a cambio de ello lo que queda al descubierto es una enorme imbecilidad política de la guerrilla, que se refleja en el contraste de dos hechos luego de la matanza de once soldados en Cauca, en emboscada brutal de las Farc a mitad de semana: por un lado, la rechifla a Juan Manuel Santos el domingo 19 en la Carrera por los Héroes, y por otro, el sábado 18, las imágenes de Álvaro Uribe aplaudido en el sepelio de uno de esos once muchachos en el Carmen de Bolívar.
¿Cómo explicar este doble fenómeno de dejar sin oxígeno al diálogo en La Habana y de disminuirle el cada vez más estrecho margen de maniobra a Santos en el proceso de paz?¿cómo explicar que, a cambio de esto, le sirvan argumentos en bandeja de plata al senador Uribe para que siga envenenando el proceso y haciéndolo indeseable para la opinión pública?Inclusive, y de carambola, los tristes hechos del Cauca hicieron que la condena contra tres altísimos funcionarios del gobierno Uribe pasara de agache.
No es sensato bajo ningún punto de vista, pero es que las Farc en política siempre han calculado mal, en realidad pésimo. Esa torpeza es muy vieja y combina una mezcla de varios ingredientes: un aislamiento muy largo, alejados de las corrientes de pensamiento en el mundo; una noción paquidérmica del tiempo, de los ciclos políticos y de los procesos sociales; una arrogancia delirante que los hace todavía creer que son un paraestado, uno que puede hacer justicia, cobrar tributos, y que representa intereses de sectores de la población, y finalmente, una doctrina que más que marxista leninista es “machista leninista” y que considera cualquier gesto humanitario o compasivo como debilidad manifiesta.
El arte de la política en el mundo entero consiste en sumar, sumar voluntades, sumar adscripciones, respaldos. Las Farc vienen equivocándose en eso desde 1982 cuando en su séptima conferencia, en la zona del Guayabero, decidieron priorizar la opción militar sobre la política, y luego lo refrendaron en el pleno de 1989 y otra vez en 1993. La toma del poder era por la fuerza, con lo cual dejaban atrás el camino romántico, y demorado, del adoctrinamiento ideológico y el trabajo con comunidades. Desde entonces y con ayuda de los narcodólares se metamorfosearon para siempre en una gran maquinaria de amedrentamiento y violencia. Todo, con una ética repugnante de los resultados y en degradación progresiva: si había que arrasar dos manzanas de un pueblo para acabar con cinco agentes en una mísera estación de policía, nada qué hacer, estamos en guerra; si había que bombardear una iglesia con 130 personas adentro para que salieran cinco paramilitares, nada qué hacer, estamos en guerra. Llegaron a extremos como secuestrar y seguir negociando incluso cuando ya había muerto el cautivo, y terminaban pidiendo plata por devolver el cadáver. En otras palabras, en su única opción de la guerra fueron acabando con todo apoyo popular porque rompieron todos los nexos con la población civil. En términos políticos, restaron y restaron hasta quedar reducidos al respaldo ínfimo que pueden obtener hoy en zonas muy periféricas, y en la izquierda más doctrinaria, que entre otras cada vez se aprecia más fragmentada.
Es tan malo su cálculo político que vieron venir el fenómeno paramilitar, pero no el fenómeno “parapolítico”, y este no solo se quedó con gobernaciones y alcaldías que ganaban candidatos únicos, sino que logró copar un tercio del Congreso (lo decía Mancuso) y entronizar en la presidencia y luego en la “expresidencia” a uno de los representantes de ese modelo. Las Farc no vieron y siguen sin ver que un pedazo enorme de la mayoritaria derecha colombiana se deslizó hacia una ultraderecha, muy corrupta además, y cuya supervivencia hoy por hoy como propuesta política, ¡qué enorme ironía!, solo se sustenta en que exista una insurgencia armada, a la que hay que acabar por la sangre y la fuerza. Sin Farc no hay Uribe.
Y siguen sin verlo. Siguen sin notar que el país reacciona iracundo porque matan once soldados en Cauca, y en cambio hay aplausos, o al menos silencio, cuando el ejército “da de baja“ a cinco guerrilleros. “Es que los medios son de la oligarquía y manipulan todo” es el pretexto simplista para descalificar las marchas en contra, la aplastante impopularidad en los sondeos, la pésima imagen.
El proceso de negociación comenzó el 18 de octubre de 2012, o sea lleva dos años y medio pero ya parece muy largo. Camilo Gómez, la cara más recordada del fracaso estruendoso del Caguán, decía ayer lunes que ya iba para cinco años y ese mensaje está haciendo carrera entre los colombianos. Lo cierto es que las Farc han perdido ya dos años y medio para sumar como estrategia política, porque la magnitud del lastre de horror que traen es gigantesco y no basta con demostraciones pequeñas como liberar a un general secuestrado, o prometer que van a desminar el país, o que no van a reclutar más menores, o que van a hacer treguas unilaterales. A cambio de eso, dejan sin agua a Arauca, o a Granada y Fuente de oro, en el alto Ariari, o sin luz a Buenaventura, a Orito (Putumayo) y Puerto Gaitán (Meta), o asesinan guardias indígenas en Toribío (Cauca) o a una niña de 2 años en Miranda (Cauca) o a una de 3 en Arauca. O masacran a 11 soldados inermes.
Ya no queda tiempo para alargar más este proceso tan difícil, tan torpedeado desde tantos flancos, inclusive desde adentro por las propias Farc. Ya no les queda tiempo para sumar voluntades porque si la paz es un hecho antes de un año, el fracaso en las urnas del nuevo partido, surgido de los alzados en armas, debe ser estruendoso. Eso sin contar el referendo en el cual los colombianos debemos avalar el proceso y permitir, entre otras muchas cosas, que no paguen ni un solo día de cárcel.

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