martes, 24 de febrero de 2015

Funciones del lenguaje




A continuación un ejercicio realizado por Fernando Baena sobre las cinco diferentes intenciones con las que podemos utilizar el lenguaje. Consiste en tomar un texto y hacer 5 versiones con él, una por función.

Texto original de Marco Denevi


He sabido que Isabel I de Inglaterra fue un hombre disfrazado de mujer. El travestismo se lo impuso la madre, Ana Bolena, para salvar a su vástago del odio de los otros hijos de Enrique VIII y de las maquinaciones de los políticos. Después ya fue demasiado tarde y demasiado peligroso para descubrir la superchería. Exaltado el trono, cubierto de sedas y de collares, no pudo ocultar su fealdad, su calvicie, su inteligencia y su neurosis. Si fingía amores con Leicester, con Essex, y con sir Walter Raleigh, aunque sin trasponer nunca los límites de un casto flirteo, era para disimular. Y rechazaba con obstinación y sin aparente motivo las exhortaciones de su fiel ministro Lord Cecil para que contrajese matrimonio aduciendo que el pueblo era su consorte. En realidad estaba enamorado de María Estuardo. Como no podía hacerla suya recurrió al sucedáneo del amor: a la muerte. Mandó decapitarla, lo que para su pasión desgraciada habrá sido la única manera de poseerla.


Función fática
( y un poco metalinguística )


Teléfono de tarros

Al lector que lea estas líneas, si logra pasar de esta misma frase, le advierto que entender lo que sigue puede hacer que entienda lo siguiente. Ya le está ocurriendo, puesto que lee esta oración y no le parece chino. Estoy seguro que me comprende, que sabrá aprovechar mi revelación, si continúa descifrando estas palabras, dándoles un significado. Usted y yo usamos este idioma para comprendernos. Yo le hablo desde el pasado a usted, que está en el siglo XXI, mi futuro lejano.
            Yo solamente puedo seguir comunicándome acá, telepáticamente, siglos atrás de usted, si usted me lee. Su lectura posibilita mi transmisión de pensamiento. Es como si nos uniera un cordón que usted jalona cuando lee, que de este lado del tiempo hace mover mi mente. Y mis ideas también, al brotar, hacen que se muevan sus ojos por este texto que lee. Así nos comunicamos y podemos saber que seguimos en contacto. Y mejor se lo digo de un simple tajo: yo soy el que usted  llamaba Isabel I de Inglaterra ¿Me escucha? Se que sí. Porque me lee.  Y lo comprobaré si pasa al siguiente párrafo.
       Siguiente párrafo. Felicitaciones por seguir aquí. Pues bien: Necesito que le revele  usted una verdad al mundo: se ha dicho erróneamente que yo era un hombre disfrazado de reina. Pero eso no es exacto. Los seres andróginos que vinimos a ayudar en la evolución terrestre desde las Pléyades, poco antes de que construyeran las pirámides de Egipto, no tenemos un cuerpo fijo como el de ustedes, lo terrícolas. Con una simple orden mental, yo organizo moléculas y les indico cómo ensamblar órganos nuevos o desarmar miembros innecesarios. Si me cree lo que digo, está moviendo sus ojos hacia la derecha. Y eso lo se porque cuando mueve los ojos eso me impulsa a seguir revelándole que mi decisión de llevar un poco de racionalidad al mundo, me motivó a convertirme en el cuerpo del hijo de Ana Bolena. Pero pronto mi madre supo que eso conllevaría mi muerte. Entonces le ordené a mis genitales que se transformaran en vulva y vagina, lo que ocurrió en un instante, a los dos años de edad. Sin embargo, yo ya llevaba 10 mil años ayudando en la tierra, y mi nivel de energía estaba muy bajo por la influencia de la densidad de las guerras y de la estupidez humana. Eso hizo que la transformación no fuera perfecta. A veces mi voz sonaba muy varonil, porque olvidé modificar mis cuerdas vocales lo suficiente. Y me daban raptos de inclinación sexual por mi ministro, Lord Cecil, solamente cuando lograba mantener estable esa sustancia que ustedes llaman testosterona. Luego decaía mi interés por los hombres, porque yo era en realidad un ser intermedio.¿Me sigue? ¿Me cree? Estoy percibiendo un gesto de burla en usted, al leer estas frases. Recuerde que me percato de todo lo que piensa instantáneamente. Le ruego: no me haga esto. Sigamos en contacto.

Su actitud me perjudica.
La prueba es quedesde ahora mismosi continúa descreyendopensando que este texto es una tarea que Fernando Baena  ha hecho para una asignaturade su maestríaque se trata de un simple juego para hacer consciencia de la función fática según Jackobsonlas palabras

n o     f l u i r a n  

c  o  n     r a  p  i   d  e  z

e  n     e s t a            l i n e a          s   i   n   o      

c   a   d    a      v   e  z      m  á   s         l     e     n     t     o     


 h     a   s  t  a              q  u  e               m   i                  v     o    z                     


  s   e           a    p    a   g    u    e          y                u    s    t    e    d               s    e           


 q    u    e    d    e                      c      o      n                l         a                        h     o      j      a


e                       n                                      b                l                a               n              c             o


Función referencial

Wilkipedia

 Isabel I de Inglaterra fue un hombre disfrazado de mujer. El travestismo se lo impuso la madre, Ana Bolena, suponiendo que así evitaría que los hijos de Enrique VIII lo mataran para subir ellos al trono. Una vez  montada la escena, hubo que seguir con la farsa. Hasta fingía interesarse amorosamente con hombres de la corte. Pretendió no haberse casado con el ministro Cecil para dedicarle mejor su atención al oficio de gobernar.Pero estaba enamorado de María Estuardo, a quien mandó decapitar.

Función conativa o apelativa

Pasquín en un poste de luz

Deberíamos escandalizarnos de que Isabel I de Inglaterra haya engañado, no solamente a sus contemporáneos sino a los historiadores y lectores de historia. ¿Sabían ustedes, lectores de este pasquín, que ella fue un vulgar travesti? Pero más odiosa todavía fue su madre, Ana Bolena, que le dio esa idea para que, figurándose que era una mujer, no la mataran los hijos de Enrique VIII ni otros conspiradores. ¿No dan ganas de vomitar? ¡Un hombre reinó por años, hasta quizás le dio besos babosos a su ministro, Sir Walter Raleigh, y en esa época ni siquiera se lavaban los dientes! ¡Que tufo tendrían! Además de expulsarla de los libros de historia y de prohibir legalmente la producción de películas que la idealizan, los ingleses deberían confesar que el mariquita ese no se mantuvo soltero por amor al pueblo y para dedicarse mejor a servirlo, sino porque fue un reprimido que estuvo enamorado de María Estuardo, y un cobarde que la mandó decapitar al no poder poseerla. ¡Deberíamos exigírselo a los ingleses, todos los colombianos de bien, no comprando ni importando, hasta que nos hagan caso, productos fabricados en un país que se dejó engañar de un inmoral y de un hipócrita que además era un débil mental porque no contradijo nunca a su madre manipuladora!

Función expresiva

Confesión poco varonil

Me encantan las historias en las que hay una transposición de  identidad. Por ejemplo, la de Isabel I de Inglaterra, que en realidad era un hombre. Juego a ponerme en su lugar. ¿Cómo se habrá sentido, toda una vida, el hijo de Ana Bolena, en el rol de esa fantástica mujer? Me entristece pensar que nunca pudo descubrir su identidad masculina, porque uno sólo se descubre a sí mimo en la actuación social. O me entusiasma imaginar que en realidad fue una mujer, en todo el sentido de la palabra, por eso mismo: porque pudo explorar, mejor que el más avezado actor, en que consiste pensar, sentir , hablar y expresarse como una dama. Me intriga sobremanera cómo habrá resuelto su vida afectiva. ¿Se habrá sentido enamorado por Maria Estuardo, como se rumora, o la mandó matar por motivos que nada tenían que ver con su presunta inclinación por las féminas? A mi mismo,  cuando tenía diez años , me intrigaba tanto lo que significaba ser mujer, que me la pasaba horas enteras espiando a mis hermanas para comprender ese mundo secreto, envidiable, que ese hombre sin nombre en cambio exploró a sus anchas. ¿No es un tema digno de novela?

Función poética
Liviana como la seda

Isabel I de Inglaterra : ¿una mujer, o un hombre? Su simple mención convoca las emociones más diversas, desde la indignación por su presunto travestismo hasta la amplia admiración. Las feministas preferirían ver en ella una precursora del poder femenino, y hasta deploran que los historiadores hayan sido tan ciegos a su inteligencia, visiblemente tan superior a la de tantos reyes que la tuvieron que acusar de esconder bajo su ropaje el cuerpo de un macho para explicar tantas virtudes reunidas en una sola persona. Y en realidad era una dama  exquisita no sólo por su trato delicado, que le sirvió para eludir los flirteos de Lord Cecil sin ofenderlo, sino sabia y dotada de una profunda visión política. Se diría que flotaba por encima de sus contemporáneos, como las sedas de sus faldas magníficas, que apenas rozaban los tapetes de los salones reales.


Función metalinguística
El estilo isabelino

Inglaterra, y no estamos hablando de la marca de los nuevos cigarrillos mentolados sino de la isla europea, ha sido quizás la nación más hábil para ejercer el dominio imperial con la cortesía suficiente como para que sus colonos se sintieran privilegiados de tener puestos los grilletes. Entendemos aquí por dominioesa habilidad seductora que ejemplificó tan bien Isabel I, su famosa reina. Se dice que era capaz de decidir una guerra sin subir el tono y dejando caer unas pocas frases graciosas en pocos minutos, como cuando frenaba en seco con una simple mirada a los chismosos que decían que ella en realidad era un varón que su madre, Ana Bolena, había disfrazado de mujer. La expresión frenaba en secopuede tomarse aquí tanto metafórica como literalmente, porque hasta su ministro Lord Cecil se detenía, físicamente, sin dar un paso más, cuando la veía venir por los jardines. Estaba prendado, es decir, enamorado, de ella. O de él si tomamos en serio los rumores sobre el género de la reina. Le obedecía en todo sin darse cuenta. Esa obediencia es lo que nos incumbe hoy: la que se define como sujeción feliz a un poder omnímodo que sin embargo oprime, pero inconsciente si se nos permite este término psicoanalítico. Pero frenar en secotambién significa poner límites. Los rajás de la India no podían ya decidir nada sin consultar la opinión, sin preguntar, sin hacer antesalas de mañanas enteras, a los educados funcionarios ingleses.





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